Batalla silenciosa.
Silencio siniestro,
Me torturas bajo el fulgor purísimo de una mente en torbellino,
Atravesando las mórbidas penas de mi pecho acongojado, .
Vas logrando desarmarme en raudal de llanto…
Venciendo mi arte de sonreír,
Me tornas ufana al infierno de lamentos y gemidos,
De insensatos tiempos de pesadumbre.
¡No sabes cuánto sufro!
Con mis tinieblas al desnudo,
Sola y desarmada,
Batallando con impecable valentía,
Mis más sádicas luchas.
Hallando mi dolor en rostro de vida primaveral,
Pero con hojas marchitas,
Casi echas polvo,
Que el viento me roba de las manos.
Pecado.
Enlazados están los poros de mi piel a aquellas
manos cálidas y calladas que sutilmente desvestían mis penas con amor.
…Navegaban a trayectos cortos por mis debilidades; me hacían suya.
Y en ese insolente robo, mis labios solo callaban.
Resistía con esfuerzo altivo mi vehemencia por dar pare a tan indebida desfachatez,
Pero, en poco tiempo mi cuerpo borró su necedad.
En él supe adorar el pecado, penitente en el silencio del placer…
Entre sus labios hechiceros mis piernas hozaron temblar con tenaz gustosidad,
Sintiendo en plena altivez la encendida furia con que desvestía mi lujuria.
De puro gusto… ¡Ay, alma mía! Te dejaste arrebatar la inocencia y pureza.
Ya hoy, no vale cuán arrepentimiento cargue las penas mías.
Relatos cortos.
Insanity.
La vida se me detuvo el 17 de mayo del 1915, ese día ingresé en la cárcel injustamente por la falsa acusación de haberle dado de baja a la mujer que más amaba en esta vida; mi madre. Acabé siendo condenado a cadena perpetua y ahí toda mi miserable vida perdió totalmente su sentido.
Al llegar a las jaulas de hombres, unos desgraciados me empezaron a piropear, atribuyéndome virtudes eróticas, mientras que otros reflejaban en sus ojos una mirada sádica, insinuándome la muerte, entre tanto, un sentir de peligrosidad va brotando desde mi singularidad hasta cubrirme toda la piel de escalofríos.
Llegué a mi celda 509, estaba hecha en hormigón reforzado con acero, tenía en el fondo un inodoro de metal, con un pequeño lavamanos de espaldar, olía mucho a cloaca, parecido a un granero, así que mi estómago tenía ganas de vomitar, entre tanto, una sensación de asco y repugnancia invadía mi cuerpo, miré hacia arriba de la cama que me tocó y noté cómo mi compañero, un chico caucásico de pelo rubio y ojos azules hablaba consigo mismo, demostrando la demencia que causaba el lugar.
No me atrevía ni siquiera a tocar esas fétidas sábanas que abrigaban la cama, así que decidí sentarme en el suelo, aunque realmente no sabía cuál de los dos lugares era más desagradable. Miraba en un punto fijo, buscando perderme en la nada, mientras veía cómo se manifestaba lo que estaba por ser; en ese preciso momento en el que quedé solo con mi memoria; un ser indescifrable a primera vista.
Me pregunté, ¿Qué tanto aguantaré?, e insinúe una respuesta que tal vez no sea del todo satisfactoria, no me doy ni dos días para suicidarme, aunque si lo pensaba bien, era muy cobarde hasta para eso.
A las 8:30 pm, cuando los guardias se retiraron de los pasillos, un hombre empoderado entro en mi celda haciendo que insanamente mi compañero huyera del lugar, dejándome solo y con muchas dudas e incertidumbre; no sabía que iba a hacer ese ser de apariencia temible.
Se me lanzó encima con un puñal y yo lo esquivé con la buena práctica de boxeo que tuve en la marina. Apenas me dio la oportunidad se lo retiré de las manos, y sin planearlo mi cabeza se tiño de oscuridad como un cáncer maligno que se alimentaba de mi ser, en el preciso momento en que iba apuñalándole la cabeza entre unas 20 o 30 veces hasta quedar en mi cansancio.
Al acabar, mi alma moría de ansiedad, mientras que mi memoria recurría al dolor y lograba descubrir el potencial que la tristeza y el miedo explotaban en mí; era algo que me decía solo para justificar el maltrato disfrazado de justicia. Y en medio de esta guerra psicológica mi luz lentamente se apagaba…
Centinela.
Todo comenzó el lunes pasado, en el momento en que nos unimos más de mil soldados, para defender la seguridad de mi patria. Eran tan solo las 4 am cuando llego la hora de accionar el armamento. Llegamos al lugar determinado y empezamos a descargar balas a los objetivos, les desprendimos la vida a balazos; fusiles con rostros enmarcados de esos desgraciados.
Con el paso del tiempo el batallón avanzaba durante la batalla, con las cicatrices de pasadas explosiones, desde el soldado al mariscal, dispuestos a luchar está guerra y en el camino iban cayendo; combatientes rojos y sispanish,n respiración alguna, grandes centinelas estaban muertos con una bala entre cejas.
Un enorme dolor afligía a aquel rostro de esta miserable impartidora de honor, estos, mis ojos testigos del dolor, contemplan los gritos sembrados en el campo por aquellos guerreros que llamo colegas y me producía impotencia está cruel realidad pérdida entre despojos y ruinas; bombas que exterminan los cuerpos de mis allegados, por culpa de esos hombres salvajes, despiadados que en sus manos empuñan a la muerte.
Percibía granadas que explotaban en un par de segundos, mientras nuestros sueños van vagando en pólvora de fusil.
Nos quebrábamos los unos a los otros de ira, al paso que escuchábamos el llanto interminable de lágrimas gastadas de nuestros aliados.
Vi al enemigo correr con la promesa del infierno en sus rostros y solo sabía que tenía que anillar el proyectil; apuntaba con un misil, calculaba los tiempos y movimientos de esos seres despreciables y los acribillaba de un golpe. Éramos fantasmas en una tormenta con final incierto, cada uno evitando ser el vencido.
Desde mi sutil escondite, veía como destrozaban a mi mejor amigo, me encontraba ya sin municiones y solo pensé en ir a defenderlo, así fuera a puños. Salí corriendo y me le lancé a su atacante con la sangre que me hervía de prepotencia, lo golpeé en su pecho acorazado y su voz resonó, al instante dos guerreros llegaron con un enorme mandoble, atrapándome desde mi espaldar y con total brusquedad me doblegaron al suelo.
El dolor de sus golpes me iban desangrando el alma, rompiéndome el rostro y demacrándome los huesos, mientras se escuchaba mi quejido insoportable de sufrimiento y perdida, hasta tal punto en que perdí la razón.
Hoy, induciendo que es jueves o viernes, con la mirada despierta, me veo encerrada, maniatada en una celda cuadrada mirando fijamente hacia la nada; la puerta del suicida está cerrada. Durante el día y la noche, me han vuelto prisionera del frío y el hambre; me encuentro escuálida, reducida, con los ojos hundidos y la boca retorcida del dolor, resignándome a mi destino inminente; he perdido la palabra y la fuerza, recordando cómo perdimos, dejando nuestras huellas y vidas por el honor de nuestra nación.
Adiós amor
Muchas noches me soñé en una vida junto a ti… me proyectaba día tras día nuestra relación perfecta y el como tendríamos un, “feliz para siempre” como todo cuento de hadas, porque aún sabiendo de la existencia de la realidad, la fantasía me resultaba más bonita para vivirla contigo, o de pronto pensé que los sueños se podrían alcanzar luego de tanta insistencia en lo mismo.
Te conocí de la manera más inusual e inesperada que puede existir, y desde esa primera vez que nuestras vidas coincidieron, tu recuerdo se hospedó en mi memoria, aunque tú apenas alcanzaste a determinarme. El miedo me invadía y la pena que te tenía provoco que agachara mi cabeza… No podía mirarte fijamente en ese par de minutos que duraste saludando a todos a nuestro alrededor, mientras me hallabas desconocida.
No fue mucho tu interés por conocerme, más si fue mucha la timidez que me invadía e impedía presentarme como era debido y explicarte que ya había buscado la manera de que tus ojos me determinarán. Desde entonces me comprometí conmigo misma en hacer que te enamorarás de mí, no tenía ni la menor idea de cómo lo haría, sin embargo no quería perder la oportunidad de hablarle a la persona de mis sueños.
Pase mucho tiempo intentando encajar en tus días, en tu vida y tus expectativas de pareja perfecta; procuré esconder mis errores, mi naturalidad y el dolor que me causaba cada gesto despiadado de ti en contra de mi ser. Verte tratar mejor a alguien más me causaba un bajón depresivo en el corazón y me decía a mi misma que me alejaría, pero ¿Cuán ingenua podría ser una persona gobernada por el corazón? Que no es capaz de dejar a un lado lo que le causa dolor, con tal de estar cerca de su amor. De esa manera duré años de vida pérdida entre ti y lo que creía sentir, hasta que la lejanía nos dejó a muchos más kilómetros de distancia y todo el encanto se acabó.
Hoy en día ya todo es diferente y aunque no podría mentirte al decirte que ya no te quiero, si podría asegurarte que ya soy más fuerte y capaz de resistirme al impulso de buscarte, porque sin duda alguna los golpes de la vida me ha enseñado que el destino te puede enviar a los brazos de la persona que en verdad alegrará tus días y te hará olvidar aquel amor doloroso que no debía ser. Sin embargo, aún te extraño más que a nada y a pesar de que no leerás está carta, por lo menos a través del tiempo quedarán plasmados en este breve texto lo que algún día fuiste para mí, por si acaso el viento lograra llevarte mis palabras al oído y así tú supieras que aún no te olvido.
Cariño, eras demasiado caos para un cuerpo andante, sin embargo te amaba con locura, aún cuando me causabas mi propia destrucción, si de esa manera podría atarme al masoquismo que llama amor de verdad. Pero, hoy ya no podía permitir que me siguieras haciendo daño, por eso me aleje, mientras cierta conciencia momentánea me hace recordar el pasado y mi tristeza decide buscarte en medio del llanto, esperando a que la libres de esta odise
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